Escrito para la revista Communio por Julián Gómez del Castillo A mi mujer, gracia de Dios en mi vida y, para mí, ejemplo de militante.
Dicen que esto puede servir para algo o algunos de los que intenten construir el Reino de Dios o, simplemente, la Justicia, y por eso lo escribo. Confío en el amigo que me lo encarga.
Soy una de esas personas que llegué a la Iglesia, además de por gracia de Dios, por decisión personal y me bauticé a los 18 años. Aprendí de mi padre la generosidad de darse a los demás en la lucha obrera, y, de mi madre, el no conocer límites en el sacrifico cuando se trataba de conseguir un trozo de pan para sus hijos. Creo que fueron fenomenales gracias de Dios que decidieron la marcha de mi vida hacia aquel 14 de abril de 1943 en que recibí las aguas bautismales, tras haber descubierto, a través de un cura falangista, que Dios era Amor y su Iglesia comunidad de comunidades de amor cagadas de basura y de bondad, hecho, el de la basura, por el que caben en ella personas como yo.
En respuesta a mi bautismo, recordando los sacrificios de militantes obreros en la existencia y sostenimiento de centros culturales, organicé en casa una escuela para cinco trabajadores, en la que les enseñaba lo que yo sabía, y que no hubiera valido para obtener el certificado de estudios primarios. Lógicamente, eso se hacía después de trabajar. De allí saltamos al primer centro de la juventud obrera cristiana de Santander, en la calle Bonifaz, en cuyo local, para entrar, había que achicar, antes, más de medio metro de agua. La vida me llevó a conocer allí a dos grupos de jóvenes: unos, que más tarde llegarían a la vicepresidencia del Gobierno, el Ministerio de Hacienda o a la magistratura del Tribunal Constitucional; y otros, que han visto sus vidas destrozadas por el trabajo en el mar, la emigración o, simplemente, el peonaje.
Ello confirmaba en mi vida, como de niño había entrevisto por la acción militante de mi padre, la realidad de la existencia de la lucha de clases y la necesidad de una Fe personalizada y encarnada en los pobres, capaz de hacernos plantear un hombre y un mundo nuevos.
La HOAC
Asisto, en 1946, como el militante más joven, a la I Asamblea nacional de la HOAC. A lo largo de los años recibiría en esta organización las coordenadas fundamentales de mi vida cristiana. En ella me enseñaron, en primer lugar, a vivir la fidelidad de Cristo y a su Iglesia y la fidelidad a la clase obrera, como sector de la sociedad que encarnaba las ansias emancipadoras de los pobres de la tierra. Esto nos llevó a una identificación absoluta, en la práctica, de los pobres con la clase obrera, sin que al correr de los años fuéramos conscientes de que lo que era la clase obrera de España en los años cuarenta no lo era en la de los sesenta, setenta y ochenta, ni volverá a serlo. Ese ha sido, y sigue siendo, uno de los errores sostenidos en muchos ambientes cristianos, que no han descubierto todavía la existencia de una clase obrera aburguesada conviviendo con otra en la miseria. Es esa triste realidad en la que conviven, insolidariamente, el obrero con unos ingresos superiores al millón de pesetas al año junto al jornalero andaluz que no alcanza las 125.000 pesetas en el mismo espacio de tiempo.
Otro valor descubierto en la HOAC, y contrastado con la sociedad, es la necesidad de permanente conversión que tiene el hombre. Siempre debemos de estar en proceso de conversión. En definitiva, valoración de la Fe de fidelidad frente a la Fe de seguridad; la Fe personalizada, frente a la Fe sociológica. «Amáis ferozmente a Cristo» nos diría monseñor Vizcarra en la asamblea nacional de Vallecas. Descubrir la necesidad de conversión permanente separa al hombre de los triunfalismos beatos de la derecha, la izquierda y el centro.
De aquella época se podrían narrar un gran número de experiencias vitales como reflejo de la relación Iglesia-Sociedad. Vamos a ver algunas. La primera, aquella sucedida en Santander en los años cuarenta, cuando el entonces gobernador civil de la provincia, más tarde subsecretario en un Ministerio, Joaquín Reguera Sevilla, lanzó la primera diatriba política contra la HOAC —aunque Carrillo quiera ahora decir que esas cosas comenzaron a suceder en los años sesenta, ya sucedían en los cuarenta— con unas declaraciones al diario «Alerta» que se titularon «La HOAC es un grave error político» y que, más tarde, reprodujeron la mayoría de los diarios de la cadena de prensa del Movimiento. A partir de entonces empezaron las «relaciones» militantes hoacistas-policía. Ser cristiano y obrero no era fácil en un Estado católico como la España de entonces. En esa misma línea vivimos toda la experiencia del semanario «Tú», portavoz de la organización, y muerto porque decidimos que no era lícito librarle de la censura a cambio del privilegio de su existencia previo nombramiento de subdirector por acuerdo entre el ministro correspondiente y la Jerarquía de la Iglesia. Éramos conscientes de que cualquiera de las organizaciones de la izquierda oficial lo hubiera aceptado pero, por razón moral, se dijo no, previa exigencia de que se dejara al resto de la prensa en las mismas condiciones que se nos ofrecían a nosotros.
Otra experiencia, que algún día merecerá un estudio a fondo, fue la de los «vinculados». Se trataba de militantes obreros cristianos que voluntariamente se vinculaban a la organización, comprometiéndose a vivir de lo que se les quisiera dar por parte de los demás militantes, trabajando todas las horas que fuera necesario, sin derecho, en la organización, ni a voz ni a voto. Se pensaba que así no se caería en la tiranía de la burocracia, en la que hoy ya han caído todas las organizaciones obreras, sin excluir las apostólicas. Aquella experiencia, que no pasó de su iniciación, fue prohibida por la Jerarquía que no vio claro el marco jurídico de los «vinculados», ya que en realidad no lo tenía. Se trataba de ponerse al servicio de la HOAC y, a través de ella, de la evangelización del mundo obrero, sin condición ninguna. No lo entendieron nuestros obispos. El ambiente de la sociedad venció al quehacer evangélico.
Podemos hablar de la experiencia de los equipos militantes, iniciada a finales de los cuarenta, como germen de nueva comunidad cristiana. En ellos se pretendía vivir la comunidad de bienes, de vida y de acción; al principio, de una forma intuitiva; más tarde, formalmente planteado de una manera sistemática por don Tomás Malagón. En ellos se dieron muy abundantes experiencias de fracaso. La mayoría, normales. No se puede pasar de un cristianismo individualista a uno comunitario de la noche a la mañana. Por eso fracasarían las experiencias de las comunidades cristianas llevadas adelante a partir del Vaticano II, y en las que el espíritu triunfalista de numerosos laicos y religiosos encontró motivo de desarrollo, provocando una inflación de fracasos beatíficos. De aquí, de esa experiencia, nació la radicalidad de nuestra exigencia de la consecución del militante como paso simultáneo hacia la experiencia de nuevas comunidades.
También podríamos hablar de la experiencia del «compromiso temporal», mediante la cual las organizaciones sindicales y políticas de la clandestinidad, de las cuales ninguna creía ni cree en la formación de militantes, chuparan lo que no eran capaces de hacer: militantes. Vivieron del trabajo hecho por otros, en los años cuarenta y cincuenta. Por la teología del compromiso temporal se permitió pescar en las organizaciones apostólicas a las organizaciones que, al mismo tiempo, «perdonaban la vida» a los militantes cristianos «por el pasado amarillo de nuestras organizaciones obreras». A la militancia de la HOAC que veníamos del campo ateo, condicionante de la HOAC primitiva, nos sirvió aquello para romper los contactos con unas organizaciones clandestinas de clara dirección burocrática, que se permitían la insolencia como norma habitual de conducta.
Pero las redes de los pescadores, por desgracia, no se fueron de vacío. Y ahí están los comités de UGT, de USO y CC.OO. o del PSOE, PCE, PTE, etc. ; que lo único que han hecho, en relación a las organizaciones apostólicas que les hicieron unas promociones militantes que ellos no supieron hacer, es continuar con la insolencia que una minoría rechazamos desde los años cuarenta. El agradecimiento es virtud poco practicada en ese mundo. Y es que, en el fondo, burocracia y militancia se repelen, y las organizaciones obreras del neocapitalismo están abrumadoramente dirigidas por una burocracia que ha matado el espíritu militante. No es posible el entendimiento.
Podríamos seguir con experiencias abundantes. Como aquella tarde en París en que conversamos con Cipriano Mera durante cuatro horas, el líder anarcosindicalista que libró a Madrid de ser destruido a finales de marzo de 1939, de lo que nuestro ayuntamiento, de izquierda oficial típica, ni siquiera se ha enterado aún, a juzgar por los hechos. Fue una bella experiencia de revisión de la militancia cristiana que amaba y ama a Cristo y a la Iglesia, con militantes de la primera fila del anarcosindicalismo. Sus palabras finales sí queremos reflejarlas: «Con unos cristianos como vosotros no hubiera habido guerra civil en España». O aquellas otras entrevistas en Ginebra con Andrés Saborit, candidato a la presidencia del PSOE y exsecretario general de la UGT, en la última de las cuales, y ante dos militantes libertarios, nos decía: «Si entras a militar en el PSOE y la UGT puedes ser un gran dirigente en España, pero fuera de nuestras organizaciones serás un hombre muy peligroso».
La ZYX
Cuando en la década de los sesenta se veía venir la supresión desde arriba de las organizaciones de apostolado obrero, cosa que más tarde se quedó entre dos aguas, un grupo de militantes y sacerdotes formado por Guillermo Rovirosa, Tomás Malagón, Jacinto Martín, Luis Capilla, Teófilo Pérez Rey y el que suscribe, decidimos lanzar la «Editorial ZYX» como organización de apostolado privado, dedicada a la promoción de militantes obreros cristianos, utilizando para ello la edición de libros —cosa históricamente importante para la promoción obrera— y construir desde ella una plataforma en la que a través de cursillos, intercambios de experiencias y asambleas, se continuara lo que había comenzado en los años cuarenta.
Dos grandes experiencias vivimos en ella. La primera, cómo la Fe de los pobres sin medios consigue poner en marcha una empresa editora que llegó a lanzar seis libros al mes y a dar cuatro cursillos en internado en el mismo espacio de tiempo, sin pedir un céntimo a nadie, ya que hasta el «fondo nacional» era recaudado en donaciones voluntarias recogidas por la base. Más de 500 títulos vieron así la luz en los primeros ocho años. ZYX se hizo como la clase obrera del siglo XIX y primer tercio del XX hacía las cosas: Éticamente. En ella experimentamos el poder de los pobres con Fe en Jesucristo, hasta que los político-partidistas fabricantes de la teoría de la «organización de la clase», efectuaron la típica acción politiquera y, contra todos los acuerdos que nos regían, se quedaron con ZYX.
ZYX, entre otras cosas, sirvió para que la HOAC no fuera tronchada en los años sesenta, con lo que hizo una justa reciprocidad a la procedencia del núcleo fundador. Por otra parte, los del «análisis científico» tienen ahí un testimonio de lo que debió haber sido la tarea obrera militante durante el .franquismo, aunque eso quizá sea pedir el milagro de que la burocracia deje de serlo. La clase obrera española, de esa forma, hubiera dispuesto en 1975 de algo que no volverá a tener en la proporción necesaria: militantes. Pero para esos sectores de la sociedad, incluidos los de la «organización de la clase», eso era hacer voluntarismo y hay que actuar científicamente.
La segunda gran experiencia de ZYX, para mí que la presidí durante sus ocho primeros años, la de que no deben identificarse los términos clase obrera y pobres, ya que, según la experiencia, lo primero se comerá a lo segundo y lo situará a su absoluta dependencia. En ZYX quisimos cumplir la exigencia evangélica de que los ricos, también en la clase obrera, estuvieran al servicio de los pobres. Para ello tomamos el acuerdo por unanimidad de no gastar ni cinco céntimos en la promoción de ZYX en las tres zonas ricas de España: Madrid, Barcelona y Vasconia. Pues esto, que se intentó llevar adelante por acuerdo unánime, se terminó haciendo exactamente al revés. Los políticos-partidistas se hicieron «su» teoría de la «organización» y comenzaron el intento de convertir lo que era apostólico en político, haciéndolo, como parece que tienen que ser estas cosas, en absoluto silencio y contra todos los planteamientos comunes. Terminaron triunfando. Peor para ellos. El fondo de aquello que tanto nos ha hecho sufrir es una lección que no debemos cambiar por nada: No se puede identificar a la clase obrera española con los pobres. Hay un sector de la clase obrera española que sigue siendo pobre, pero hay otro sector que es opresor del primero, bien de una manera sociológica, bien a través del control y dictadura que imponen en las organizaciones obreras.
Entre las experiencias menores, pero interesantes desde el punto de vista de la Fe y la acción en la sociedad, podríamos poner un largo capítulo de nuestro trato con hombres «grandes» de la sociedad. Veamos unos pocos. Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, hoy líder de Alianza Popular, se «cepilló» durante su mandato el 70 % de los libros que le presentarnos a censura; Carlos Robles Piquer, antes director general de Cultura Popular, más tarde, ministro de Educación, luego Secretario de Estado para Asuntos Exteriores, fue el brazo ejecutivo de las prohibiciones de la censura; Ramón Tamames, primero profesor de Economía, luego dirigente del PCE y ahora teniente alcalde del ayuntamiento de Madrid, fue el autor que más nos cobró por derechos de autor, sabiendo que en ZYX más del 50 % de los autores no cobraban con objeto de ayudar a nuestro movimiento cultural; Dolores Cebrián, viuda de Julián Besteiro, que nos ofrendó los derechos de autor de «Marxismo y Antimarxismo» para colaborar en nuestra acción; Cipriano Mera, líder anarquista exiliado, que nos ofreció gratuitamente toda su documentación de la guerra civil, por la que nos dijo que Emilio Romero le había ofrecido, para publicarlo en Pueblo, muchos miles de duros, y ZYX no lo aceptó por el sectarismo marxista de la «organización de la clase» que estimaba, contra todo el análisis del catálogo, que en él había más libros anarquistas que marxistas, etc.
DERSA
Como consecuencia de la crisis de ZYX, en la que salimos excluidos el sector mayoritariamente obrero, que coincidía con el más numeroso a la hora de haber puesto en marcha ZYX, decidimos iniciar una nueva singladura en la que se siguieran cumpliendo los objetivos que tenían la ZYX y la HOAC anterior al sesenta y cuatro. Pero la crisis del franquismo se iba acentuando. Corría el año setenta y cuatro, y decidimos correr la suerte de la clase obrera de base en su lucha específica desde el sindicato, sin que esto supusiera cerrar nuestra actividad de conciencia. Así lanzamos el Movimiento Obrero Autogestionario, MOA, que intentaba apuntar a la unión de todas las corrientes autogestionarias de España, partiendo del reconocimiento que en ese campo le cupo a la CNT, principalmente, y a la misma UGT. Pero nos encontramos con que, de hecho, los históricos estimaban que eran antes otras cuestiones que la autogestión. Esto nos llevó a plantearnos y realizar nuestro ingreso en USO. Conseguimos que el segundo Congreso de esta organización aprobara por clara mayoría la profundización en la autogestión y en la formación militante, pero inmediatamente después de ese Congreso se rompe USO, marchándose un sector, el autoritario, a Comisiones Obreras, y otro, el pragmático, hacia derroteros sindicales vinculados, directa o indirectamente, al poder. Nosotros volvimos a replantearnos nuestra misión y estimamos que, afirmada la democracia burguesa en España, la acción de liberación de los pobres pasa por una revolución de conciencia fundamentada en el Evangelio.
Experiencia Iglesia-Sociedad
Treinta y ocho años de vida militante intensa desde el Evangelio, en razón de la liberación de los pobres, de forma que no amamos la pobreza por la pobreza, sino por la comunión con los hombres, han sido resumidos en unas líneas a sabiendas de que no hemos acertado. Siempre tenemos esa sensación cuando escribimos. Quiero resumir en unas conclusiones:
Primera: Acepté a Jesucristo y al mismo tiempo acepté su Iglesia y hoy estoy convencido de que forman parte de mi Fe religiosa, es decir, que dan sentido a mi vida. En la Iglesia he recibido el mensaje de Jesucristo; en ella ha descubierto que la Fe en Jesucristo es eclesial; la experiencia me ha demostrado que la gran imperfección de la Iglesia por aportación de los hombres es lo que hace que yo quepa y que en ella se encuentra un formidable conjunto de generosidad, de forma que he visto en ella, como en ninguna parte del mundo, vivir el amor a fondo perdido, en el más profundo significado del término.
Segunda: El neocapitalismo domina la vida de la sociedad española. Lo único que el sistema no puede asimilar es el amor y la entrega a fondo perdido. El movimiento obrero español, en su parte organizada de forma especial, no se mueve por esas coordenadas, sino por las que impone el imperialismo burocrático, haciendo así juego con el mobiliario neocapitalista. Como consecuencia, los pobres no pueden esperar su emancipación de unas organizaciones obreras así.
Tercera: El movimiento de emancipación de los oprimidos necesita la utopía. Sólo los que creen en la utopía es posible que no encuentren el sentido de sus vidas en la sociedad de consumo y decidan entregar su vida a fondo perdido en la lucha por la liberación de los oprimidos. Eso, desde el «análisis científico» parecería sin sentido, aunque cuanto más pienso eso que los marxistas llaman «análisis científico» me parece menos científico. Contrariamente, cuanto más pienso las exigencias del Evangelio, más razones tengo para amar a fondo perdido —y no hablo de sentimentalismo, amigo Sartorius- y creer en el hombre que existe, que es una humanidad divinizada por Jesucristo.
Si sigo en la lucha obrera es por Jesucristo y los pobres.
Nota biográfica
Julián Gómez del Castillo, santanderino, viejo militante de HOAC. Fundador de Editorial Zyx, y de Dersa (Distribuciones y Ediciones Rovirosa). Actualmente ejerce como periodista.
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