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| Colección "Lee y discute". Serie V. Nº 34 David Hernández |
El hambre, la pobreza y los humillantes desniveles económicos y sociales, constatables en cualquier país latinoamericano, son temas de consenso tan universal como el de su endémica inestabilidad política. Todo ello pone a la orden del día la tensión que tan fácilmente se desborda en conflictos, levantamientos, represiones, golpes militares, guerrillas, secuestros... La violencia recorre de parte a parte todo el continente latinoamericano.
Grupos de todas clases, colores y matices pretenden dar solución a esta problemática, desde la derecha más radical hasta la izquierda más extrema. Pero es sin duda la Iglesia, como grupo en bloque, con sus excepciones, la que cada día toma posiciones más claras y un papel más definitivo y eficaz. No podemos olvidar que Latinoamérica es casi en su totalidad oficialmente un continente católico y que la fuerza ideológica y sociológica de la Iglesia es muy fuerte. De aquí su enorme responsabilidad que el obispo brasileño, Antonio Bautista Fragoso, resume de este modo: "La señal de que somos cristianos es el amor, que nos obliga no sólo a juntar las manos en el Padre Nuestro que rezamos en la Misa, sino a juntarlas también en lucha por liberar a los hombres de la opresión".
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