¿La miseria y la ignorancia son las principales plagas que sufre el pueblo? Pues guerra a ambas. Contra la ignorancia, escuelas, periódicos y libros; contra la miseria, asociación. (Lema de la Federación Regional Española de la I Internacional).
La editorial ZYX debemos enraizarla en la cultura obrera vivida en el siglo XIX y parte del siglo XX. En este sentido se hace necesario plantear una referencia a la importancia que tuvo la cultura obrera en la Historia del Movimiento Obrero. La prensa obrera y las editoriales de libros y folletos realizaron una labor fundamental en la transmisión de ideales y valores de lucha, además de crear una opinión pública esencial para el cambio de sociedad.
La cultura es uno de los aspectos más importantes que nos ha transmitido el movimiento obrero. La ignorancia les mantenía hundidos en la miseria y la toma de conciencia de esta realidad sembró en la clase trabajadora una profunda y permanente preocupación por la educación, tanto humana como profesional. Sólo era posible librarse de estas lacras protagonizando su vida, siendo gestores y organizadores de sus propias organizaciones, cultivando a su vez la conciencia, con una seria y profunda formación que les permitiera conocer la realidad, para tener capacidad de transformarla. Protagonismo, asociación y cultura serán los tres pilares para el gran edificio de la liberación.Con el triunfo de las formas burguesas de producción, no sólo perdieron su condición social y profesional, sino que también vivieron una situación de miseria moral, espiritual y cultural; situación que les mantenía en la indignidad como personas. A partir del triunfo de la burguesía en el plano económico y en el plano político, el proletariado empezó a crear sus propias formas de organización y de acción y a superar los valores ideológicos de la democracia burguesa. Los obreros no tardaron en darse cuenta que la libertad jurídica era un derecho abstracto cuando los medios de producción estaban en manos de una minoría de capitalistas y que los valores de la revolución francesa de “fraternidad” y de “igualdad” perdían todo sentido en un mundo regido por el dinero y el poder material. Fue a partir de esa toma de conciencia cuando nace la cultura propiamente obrera. El proletariado creará formas de conducta y hábitos mentales radicalmente opuestos a los de la burguesía. La expresión más concreta se muestra en la creación de sociedades de resistencia y ayuda mutua, sindicatos, cooperativas de producción y de consumo, casas del pueblo, ateneos, escuelas obreras, teatros de aficionados, bibliotecas obreras, círculos culturales y, sobre todo, en una ingente proliferación de periódicos y publicaciones dirigidos y escritos exclusivamente por obreros. Otra manifestación original de la cultura obrera fue el empleo de la huelga, como medio de resistencia contra la explotación de los propietarios de fábricas.
La fuerza central de la cultura proletaria arrancaba de la idea de que la vida del hombre sólo puede desarrollarse digna, humana e integralmente a partir de formas de organización social propiamente obreras. Esto se realizaría mediante: a) Charlas, conferencias, cursillos, seminarios, diálogos, mítines, etc.; b) prensa obrera; c) libros obreros y editoriales obreras; d) centros culturales; e) planes de formación de las organizaciones obreras; y f) Propia lucha organizada de la clase obrera.
Muchas asociaciones fueron formadas para crear una opinión pública moral, reflexiva, enérgica, con la intención de crear bibliotecas y sociedades de discusión, obtener una prensa honesta y accesible económicamente a todos e instruir a hombres, mujeres y niños en una educación para la liberación. En locales insignificantes y en condiciones elementales celebran sus reuniones, leen sus folletos y periódicos, fundan sus sociedades de resistencia y luchan por un mundo más justo y humano.
El objetivo de muchos periódicos y libros que salieron a la luz era el de ser instrumentos de esta educación. Tenían como fin esencial la emancipación completa de la clase trabajadora. Estamos con Carlos Díaz en su afirmación de que la historia del movimiento obrero es en su hondón la historia de una emancipación cultura. Para el movimiento obrero, las mejoras materiales como objetivo de su lucha eran absolutamente inseparables de lo que siempre fue el verdadero tesoro de la clase trabajadora: el afán por la cultura, desde la formación y la promoción. “El signo específico y decisivo del proletariado no fue su lucha económica contra la burguesía, sino los valores espirituales, humanos y éticos e intelectuales creados por los obreros en el transcurso de esa lucha”. En esta línea se encuentra también el pensamiento del fundador de la Juventud Obrera Católica (JOC), Joseph Cardijn, que ya en 1921 precisaba que “el movimiento obrero es el esfuerzo colectivo y organizado de los obreros mismos, de la clase obrera misma, que trabaja de manera autónoma e independiente por su promoción material, económica, intelectual, moral, social y política”. Es decir, que la promoción de la clase obrera no puede ni debe restringirse a una mejora de ciertas condiciones materiales de vida, sino que va mucho más allá, a un nivel moral y espiritual que les hiciera más personas.
Sin la prédica y presencia del diario y las editoriales de libros, en torno a los cuales y para su sostén se reunieron siempre militantes abnegados, capaces de todo sacrificio, no se sabría explicar el desarrollo y orientación del movimiento obrero. Incluso los obreros analfabetos, que no estaban en condiciones de leer periódicos, libros o folletos, procuraban instruirse y superar su ignorancia acudiendo a los mítines, conferencias y a las reuniones de sus compañeros. Juan Díaz del Moral, al referirse a la sed de aprender que reinaba, escribe:
Se leía siempre, la curiosidad y el afán de aprender eran insaciables, hasta de camino, cabalgando en caballerías, con las riendas o cabestros abandonados, se veían campesinos leyendo; en las alforjas, con la comida, iba siempre algún folleto… Es verdad que el 70 u 80 por ciento no sabía leer; pero el obstáculo no era insuperable. El entusiasta analfabeto compraba su periódico y lo daba a leer a un compañero, a quien hacía marcar un artículo más de su gusto; después rogaba a otro camarada que le leyese el artículo marcado, y al cabo de algunas lecturas terminaba por aprenderlo de memoria y recitarlo a los que no lo conocían.
Colaborar en un órgano de expresión o en la difusión de libros era un compromiso en el que había que exponer toda la vida, jugarse todo, pues estaba en juego el más alto valor e ideal: la formación de la clase obrera.
Para ver la importancia que tenían las editoriales y periódicos, vamos a remitirnos a las palabras de Diego Abad de Santillán, militante que formó durante muchos años parte del grupo editor del periódico La protesta humana:
Todos los que hacían el periódico tomaban su responsabilidad en serio, y a esa función lo sacrificaban todo: si era necesario también la vida. Pero no había esa conciencia en los redactores y administradores solamente, sino también en el personal de los talleres, jóvenes y no jóvenes. Cuando era necesario, cuando había que afrontar una crisis, una dificultad, también el personal obrero renunciaba al horario habitual y al salario. Así se formó como una vasta familia solidaria y en ella se vivía y sufría a gusto.
El diario no publicaba avisos comerciales: se mantenía con la ayuda de los suscriptores, con la laboriosidad de los paqueteros y con el trabajo de imprenta para los sindicatos afines. El diario era algo sagrado para todos y habría más probabilidad de tener que darle mucho más de lo que de él se percibía para sobrevivir precariamente. No sólo no había con qué remunerar al personal gráfico, y por descontado, a la redacción y a la administración, sino que había que contentarse con una especie de rancho de cuartel o de prisión para sostenerse en pie y continuar en aquella trinchera.Como nuestra vida material era comúnmente mísera, algunos amigos cuyo standard de vida era más holgado, nos hacían llegar prendas de vestir todavía presentables, que no solían ajustarse al pie de los nuevos usuarios, con las consiguientes consecuencias
A lo largo del siglo XIX y principios del XX, la propaganda, editoriales, en definitiva la cultura, se hará mucho más fecunda y combativa. Se fundaron numerosas bibliotecas populares en ciudades grandes y pequeñas, fundadas y sostenidas por militantes, y sería digna de evocación la cantidad de escuelas fundadas, sin contar los sindicatos, establecidos a veces hasta en los lugares más apartados. La tónica dominante en esas creaciones era la siguiente: procurar por todos los medios hábiles la formación entre los asociados y sobre todo recomendar la abstinencia de bebidas alcohólicas por ser no sólo perjudicial para el hombre, sino también causa de inmoralidad. Las bibliotecas y escuelas estuvieron estrechamente ligadas a la organización obrera
Son años en los que la organización obrera funcionaba sin libertad. Se vivía bajo la represión policial y de las leyes. Sus locales eran asaltados con frecuencia, destruidos sus muebles y quemadas sus bibliotecas. Esto inspiraba nuevas formas de propaganda y una agilidad y dinamismo tal que había folletos y periódicos que aparecían y desaparecían de un día para otro.
Esta experiencia fue vivida por los militantes, de origen obrero, que pusieron en marcha la editorial ZYX. Valores como el sacrificio, la amistad, la solidaridad, la justicia, la autogestión y el amor al prójimo… encarnado en sus vidas fue lo que hizo posible que soportaran la persecución, cárcel, hambre y las carencias de las necesidades más básicas de un estado totalitario que perseguía a muerte cualquier realidad de promoción del pueblo.
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