Somos y nos sentimos Iglesia. Creemos que esta Iglesia, con sus luces y sus sombras, es la Iglesia de Jesucristo, y deseamos y trabajamos para que seamos cada día más la Iglesia de todos los empobrecidos del mundo, porque sólo así podremos ser la Iglesia de todos.
Somos mujeres y hombres trabajadores que tenemos una experiencia y una aventura.
La experiencia de sentirnos amados por Jesucristo. La aventura de vivir esta experiencia construyendo la justicia que brota de ella, procurando que los empobrecidos del mundo obrero lleguen a ser los protagonistas de su vidas.
El trabajo es cada día más escaso y más precario. Las personas son utilizadas como instrumentos de producción y consumo cuyo coste hay que reducir al mínimo. Sin embargo, la persona es lo más importante de todo cuanto existe y sus posibilidades de vida dependen de su trabajo. Las necesidades básicas de la persona: salud, educación, vivienda, descanso…, se han convertido en un lujo para muchos trabajadores y trabajadoras, y para quienes no pueden acceder a un empleo. Pensamos que el trabajo debe posibilitar los recursos necesarios para vivir con dignidad y formar una familia.
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