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Colección "Se hace camino al andar".Nº 4 Leon Bloy |
La más horrible de las maldades es la de oprimir a los débiles, a los que no pueden defenderse. Quitar el pan a un niño o a un anciano, por ejemplo, y tantas otras iniquidades de igual género, cuya sola idea nos destroza el corazón; eso es lo que debe ser estricta, rigurosa, eternamente reprochado a los ricos.
Aunque sea en el desierto, quien habla de la pobreza amorosamente debe poder suscitar muchedumbres que le escuchen, de igual modo que el Aliento del Señor animaba los huesos áridos y polvorientos de Ezequiel. Pues la pobreza es, nada menos, la esposa del Hijo de Dios, y cuando se celebren sus bodas de oro, los Pies-sin-zapatos y los Muertos-de-hambre acudirán desde los puntos más extremos de la tierra para dar testimonio de ello.